“Libres para ser diferentes”

“Libres para ser diferentes”

 

«¡Es un niño!»,»¡Es una niña!». Ese instante determina nuestras vidas. Incluso antes
del nacimiento las expectativas de las familias se encaminan en un sentido u otro en
base a la existencia de una protuberancia o no en las ecografías pertinentes.
Si tenemos pene, nos dicen que somos niños, nos debe gustar el fútbol, los juegos
de construcción o de lucha. Debemos ser valientes y no llorar.
Si tenemos vulva hemos de ser niñas, parecemos estar “programadas” para que nos
guste jugar con las muñecas, las cocinitas y los pintauñas. Debemos ser sensibles y
coquetas.

¿Qué nos dicen desde bien pequeñas/os estos juegos?
Agilidad, liderazgo y fortaleza para ellos.
Ámbito doméstico, cuidados, maternidad y belleza para ellas.
Esto genera un desequilibrio entre hombres y mujeres y desencadena la sociedad
sexista y machista en la que vivimos.
Pero, ¿qué ocurre cuando esto no se cumple?, ¿Qué sucede cuando una criatura o
una persona adulta desafía las normas del “juego” y se salta la norma? En el mejor
de los casos se enfrentará a unas consecuencias en forma de insultos o mofas.
Pensemos en el insulto “mariquita”, este término no hace referencia a la orientación
sexual de un niño, sino que va a ir dirigido hacia aquellos niños que cruzan la línea
de los mandatos de género. El niño que se comporta “como una niña” va a ser
señalado y estigmatizado.

Esta imagen es libertad. Esta imagen no nos aporta ningún tipo de información
acerca de la identidad de género ni de la orientación sexual de su protagonista. Esta
imagen nos habla de “ser libres para ser diferentes”, sin que existan consecuencias
o estigmas por ello.

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